Enero. El Viernes cayó en Madrid una de las Nevadas más intensas que yo recuerdo. La verdad es que es una sensación bastante bonita, casi idílica, el ver un paisaje cotidiano vestido de un manto de blanco inmaculado. Por unos momentos todo se transforma, los colores parecen más intensos en contraste con el níveo color. El sol arranca destellos dorados de la nieve y hasta parece que el corazón se te alegra contemplándolo.
Dan ganas de dejarlo todo, dejarte llevar para disfrutar de esa nieve a la que los madrileños no estamos acostumbrados. Pero sólo dan ganas. Lamentablemente los exámenes cuatrimestrales están ahí, prestos a joderte el invento, a anular el poco tiempo libre disponible, a machacarte la ilusión. A poner a prueba tu ejercicio de responsabilidad.
El sol arranca destellos dorados de la nieve y hasta parece que el corazón se te alegra contemplándolo, lamentablemente esta vez, se me ha de alegrar desde la ventana, con los apuntes en la mano, pegado al cristal como un niño castigado.
Espero que vuelva a nevar en Madrid, y que ese día ya no tenga exámenes.
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